Cáritas denuncia el mayor impacto de la pobreza en las mujeres

share on:
8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer

Cáritas Diocesana de Granada, 7 de Marzo de 2019

En el Día Internacional de la Mujer, Cáritas denuncia el mayor impacto de la pobreza en las mujeres. La mayoría de quienes acuden a los centros y servicios de Cáritas son mujeres en situación de pobreza y exclusión social.

Es una realidad que ocurre en todo el planeta. Según se señala en el último informe de ONU Mujeres “Transformar las promesas en acción: la igualdad de género en la Agenda 2030” publicado en 2018, si bien a nivel global ha habido avances en educación y mortalidad maternal, en materia laboral la situación se ha quedado estancada. Asimismo, las mujeres sufren más que los hombres la inseguridad alimentaria, incluso en los países industrializados, ganan menos que los hombres, dedican más tiempo que ellos a los cuidados domésticos, son más vulnerables a la pobreza extrema y tienen menos posibilidades de acceder al mercado laboral.

La experiencia de Cáritas

Somos testigos, por nuestro trabajo diario, de que la desigualdad no ha desaparecido. A los recursos, centros y servicios de Cáritas acuden, mayoritariamente, mujeres en situación de pobreza y exclusión social.

Cáritas acompaña anualmente en la diócesis de Granada cerca de 4.500 mujeres en distintos procesos de empoderamiento, formación, inserción social y laboral, con el objetivo prioritario de conseguir la restauración plena de sus derechos y su dignidad.

Según datos de atención publicados en la última memoria, las mujeres encarnan el 61% de la población atendida por Cáritas. La mayoría presentan cargas familiares y muchas no disponen de ingresos ni apoyo familiar, lo que condiciona la flexibilidad horaria y limita sus opciones en la búsqueda de empleo y acceso a la formación.

La mujer es en la mayoría de los casos, quien sustentada por una economía precaria asume en soledad la responsabilidad del cuidado y mantenimiento de los hijos, lo que hace que se encuentre en situaciones desesperadas con pocas posibilidades de mejora.

Desde 1996, el proyecto educativo “Caminando juntas”, trabaja de manera integral la recuperación personal e inserción socio-laboral de mujeres en situación de vulnerabilidad. Gracias a éste programa, cientos mujeres en situación de marginación, con hijos a cargo y serias dificultades económicas y de inserción laboral, reciben formación básica en salud, prevención y violencia de género, habilidades sociales, alfabetización, así como orientación y acompañamiento en la búsqueda activa de empleo.

Pobreza y género

De todos los factores que pueden incidir en el hecho de que una persona sea pobre, ninguno es tan determinante como el género. Son múltiples los factores que confluyen para mantener esta realidad:

  • Los puestos de trabajo tradicionalmente asignados a las mujeres están peor valorados y remunerados, mientras que, al mismo tiempo, las mujeres tienen menores ingresos en el desarrollo del mismo puesto de trabajo que los hombres.
  • Las mujeres siguen ocupándose mayoritariamente de los cuidados en el ámbito familiar, lo que genera dobles jornadas de trabajo e itinerarios profesionales interrumpidos y reducidos, con consecuencias inevitables en las prestaciones sociales por desempleo o jubilación.
  • Los estereotipos sociales y el sistema educativo, que todavía no ha evitado superar las diferencias de género, suponen un freno a la hora de estudiar determinadas carreras o acceder a ciertos puestos mejor valorados y remunerados.
  • Las intolerables violencias machistas que sufren las mujeres, solo por el hecho de serlo y que son de naturaleza diversa y de diferentes intensidades, pero muy presentes en nuestra sociedad ubican a las mujeres en situaciones de mayor vulnerabilidad y exclusión social.

Todas estas desigualdades aumentan si nos adentramos en el caso de las mujeres rurales. Como también ha alertado ONU Mujeres, las mujeres campesinas sufren de manera desproporcionada los múltiples efectos de la pobreza. A pesar de ser las que garantizan la seguridad alimentaria en sus comunidades, no disponen de un acceso equitativo a los recursos, a los créditos o a los servicios públicos, entre otros. Asimismo, las barreras estructurales dificultan la participación de las mujeres en los espacios políticos y en sus propios hogares.

Por su parte, en las últimas décadas se ha producido una feminización de los flujos migratorios, que ha abocado a las mujeres a una doble discriminación, como mujeres y como migrantes. En su proyecto migratorio, las mujeres están expuestas a graves situaciones como la explotación sexual, la violencia o la trata de seres humanos.

Compromiso de todas las personas

Hacemos un llamamiento a los poderes públicos, al conjunto de la sociedad y a la comunidad cristiana para involucrarse conjuntamente en el desarrollo de una sociedad basada en la igualdad real entre hombres y mujeres. Sin nuestro compromiso en la erradicación de la desigualdad entre hombres y mujeres, estaremos contribuyendo a que se perpetúe el hecho de que las mujeres sigan siendo más pobres.
Reclamamos valentía y justicia para actuar firmemente contra cualquier forma de violencia machista, que ponga los derechos de las mujeres en el centro de las políticas, no únicamente por imperativo moral y obligado cumplimiento de los derechos humanos, sino como condición indispensable para el desarrollo sostenible de los pueblos.

Como insta el Papa Francisco, “ante el flagelo del abuso físico y psicológico causado a las mujeres, es urgente volver a encontrar formas de relaciones justas y equilibradas, basadas en el respeto y el reconocimiento mutuos, en las que cada uno pueda expresar su identidad de manera auténtica” (Discurso de Año Nuevo al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 7 de enero de 2019).